Evelyn Perea, Majo Morales y Anais Anaya dedican sus días a sacar adelante los albergues “Amor y Rescate”, “Wasi wau” y “Voz Animal”, respectivamente. Esta es la historia de tres mujeres que tienen como prioridad el bienestar de los animales más necesitados.
Majo Morales (Wasi wau):
Majo (41) no recuerda un pasado en el que no estuviera rodeada de animales. Por su casa han pasado perros, loros, pirañas, monos, murciélagos y hasta un pingüino. “Mi papá compraba animales que estaban siendo vendidos de forma ilegal solo para que no sufrieran”, recuerda.
El amor de su padre por los animales era tan grande que en su hogar nunca existió un conflicto cuando la abogada empezó a traer perros de la calle para alojarlos entre cuatro paredes. “Poco a poco, empezaron a llegar más y ya no sabía dónde tenerlos”, cuenta.
Felizmente, por azares del destino, conoció a Camila Lucioni, cofundadora de Wasi wau. Solo unos años después de que se fundara el albergue, Majo se integra al equipo de socios y se convierte en la administradora.
Cuando recién empezó la primera cuarentena, las restricciones eran muy imprecisas. En ese contexto, Majo no sabía quién iba a poder cuidar a los perritos. “Los que más nos preocupaban eran los viejitos y los que estaban llevando un tratamiento”, explica. Por eso, a raíz de la pandemia, se muda al albergue.
Ahora se hospeda en la casa Wasi wau, en Cieneguilla, en donde 30 perros pasan la noche junto a ella (en total, el albergue hospeda a 150 animales). “Ellos son mi compañía: si veo la novela o los Simpsons, también la ven conmigo”.
¿Si eso representa un reto al momento de encontrar pareja? Majo lo tiene claro. “La persona que esté conmigo debe tener el mismo amor que siento por los animales. Entrar a esta casa es como entrar a cualquier casa, pero con un número de perros diferente”, enfatiza.
La mayor dificultad, explica, no está en lidiar con los ladridos, sino en proporcionar agua, alimento, limpieza y medicación a todos los inquilinos de cuatro patas. “¿Cómo hacemos para llegar a fin de mes? Solo Dios sabe”.
Aunque para varias personas eso podría representar un reto, su personalidad se amolda a la perfección con ese desafío. “Soy organizada y práctica. En un día puedo salir a trabajar, recoger donaciones, llevar a los perros a sus consultas y más”, dice.
En paralelo a la venta de rifas, el apoyo de padrinos y donaciones, en Wasi wau se las “agencian”. Ahora se encuentran ofreciendo una línea de pijamas que, esperan, sea un rotundo éxito y cubra los gastos a los que se enfrentan mes a mes (el gasto mensual aproximado es de 15 mil soles).
“Para los problemas, siempre trato de buscar soluciones y encontrar una salida. No me dejo llevar por el sentimiento”, puntualiza.
Anais Anaya (Voz Animal):
Anais (32) descubrió su amor por los animales en casa. “Mi mamá rescataba animales de la calle, los rehabilitaba y luego buscaba hogares para ellos”, recuerda. Conforme fue creciendo, empezó a imitar a su madre hasta que llegó un punto en el que rescataba a tantos animales que ya no tenía cómo seguir costeando los hospedajes.
“Cada vez eran más y más, y empezó a volverse carísimo”, explica. Por ello, decidió trasladar su vocación de ayuda a un hogar: el albergue Voz Animal, que se fundó hace 9 años y hoy acoge a 109 perros y 23 gatos.
Aunque dirigir un refugio no es una tarea sencilla, para Anais no es un trabajo, sino más bien un pasatiempo. “En mi tiempo libre lo que más me gusta es ir al albergue. Este viernes es mi cumpleaños y voy a ir con una piscina para mojar a los perritos y jugar con ellos”, señala.
La economista de profesión siente que ha madurado a lo largo de sus años como rescatista. Cuando tenía 14 años, recuerda, se dejaba llevar por las emociones de cada rescate. “Me era difícil entender la crueldad e indiferencia de la gente”.
El tiempo ha sido su fiel aliado. Hoy sabe que no hay mejor premio que darle una segunda oportunidad de vida a un ‘callejerito’. “El que consiga un hogar es una recompensa que me permite seguir con más ganas”.
En el camino, a la par de la tristeza, también ha tenido que asumir otros desafíos como el separarse de personas que no entendían su vocación. “Terminé una relación muy larga porque mi pareja no estaba de acuerdo con el tiempo que le dedicaba a esto”, confiesa.
Además, al ser responsable del albergue, el pagar las cuentas también es todo un desafío. Actualmente, Voz Animal se sostiene gracias al programa de afiliados La Manada, al apoyo de padrinos, a lo recaudado en colectas y la ayuda desinteresada de varias personas.
¿Es difícil? Sí, pero al final el dolor se transforma en una experiencia única. “Me siento demasiado feliz. Antes mi estilo de vida era vacío y sentía que no le aportaba mucho a este mundo. Siempre que iba al Sur veía animalitos atropellados o abandonados, y sentía impotencia, pero final trasladé eso a una acción y encontré mi propósito de vida”, enfatiza.
Evelyn Perea (Albergue Amor y Rescate):
Al igual que Majo y Anais, Evelyn (35) heredó el amor por los animales viendo a sus padres, quienes le inculcaron el respeto que debía tener por los más necesitados. “Cada vez que veía a un perrito desamparado, le daba de comer o le decía a mi mamá para llevarlo a casa”, rememora.
Si bien al inicio solo les dejaba agua y comida, conforme fue creciendo, Evelyn empezó a ayudar de otras formas. “Los llevaba al veterinario, los ayudaba a recuperarse y luego los dejaba donde los encontraba porque no podía alojarlos a mi casa”, cuenta.
A pesar de que no era indiferente al estado de abandono de los animales, para ella no era suficiente. Por eso, desde el 2013, se une el equipo de “Amor y Rescate”, un albergue que busca darle una segunda oportunidad de vida a perros en estado crítico y encontrarles un hogar lleno de amor.
La tarea no ha sido fácil. El equipo se enfoca en casos graves con la intención de ayudar a los perros que más necesitan de ayuda veterinaria (animales que han sido atropellados o tienen enfermedades mortales).
Uno de los casos que más marcó al albergue fue el de Molly, una perrita que sufría constante abuso y vivía amarrada. “La rehabilitamos por completo de forma física, pero psicológicamente nunca se recuperó”, cuenta Evelyn.
En paralelo al albergue, Evelyn trabaja en una consultora financiera y en un emprendimiento personal. Sin embargo, su labor por los perros es parte permanente de su vida y, en muchos casos, ocupa la gran mayoría su tiempo. “Siempre estoy monitoreando donaciones, medicinas y tratamientos”, explica.
Si bien hoy en día “Amor y rescate” acoge a 30 perros (la pandemia ha ayudado muchísimo a que varios canes encuentren un hogar), el rehabilitar a cada animal requiere de una importante suma de dinero.
“A veces queremos seguir ayudando más y no podemos porque debemos darle calidad de vida a los perritos que ya están con nosotras. La parte que nos repone es nuestro final feliz, el saber que nuestro trabajo y sacrificio vale la pena”.
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Esta nota se publicó originalmente el 29 de marzo de 2021 en El Comercio.
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